USO, REUSO Y ABUSO DE LA PALABRA CHINGAR
La disertación que están a punto de leer (Eso espero), no es cualquier chingadera que se encuentre uno por ahí. No. Al contrario, es algo muy necesario en estos días por que los chingaos, cada vez, salen mas incontrolables de las bocas de los hablantes de esta preciosa tierra mexicana, hasta evolucionar en frases hechas con diversos tonos, significados, matices y énfasis.
Gracias al chingamadral de variantes de sufijos que rematan la raíz ching-igual de modo, que de tiempo-Combinado con lo que a uno se le ocurra para dar con expresiones chingonas que hacen que más de uno se espante y sonroje, otros se rían entre reproches y disculpas y a la mayoría le dé igual, por que somos gente que “echamos chingaos por cualquier chingadera” y ya no nos fijamos si chingamos o no al prójimo.
Ya lo dice -y muy chingonamente por cierto- Octavio paz en su libro “El laberinto de la soledad”, las malas palabras son “Palabras prohibidas, secretas, sin contenidos claros, a cuya mágica ambigüedad confiamos las expresiones más brutales o sutiles de nuestras emociones o reacciones. Palabras malditas, que sólo pronunciamos en voz alta cuando no somos dueños de nosotros mismos”, y eso significaría lo que es lo mismo-digo yo-¿Qué el mexicano nunca es dueño de si mismo?
El vulgarismo que implica el uso de chingar y sus variantes, como dice Paz, es una forma de empoderarse, de envalentonarse o de liberarse, y es que a uno no le sabe igual mandar a otro “a chingar a su madre” que mandarlo “a incomodar a su progenitora”.
Por otro lado, es un hecho que el mexicano ha logrado ampliar su léxico gracias a este verbo pero ala vez, lo ha reducido por sustituir todo tipo de palabras por estas chingaderas. Y aunque el español se chingue, lo cierto es tras proferir un “jijo de la chingada” uno se siente pleno, relajado y con la firme convicción de haber dicho y expresado sus sentimientos.
Si bien, a uno de niño le dijeron que eran malas palabras, lo amenazaron con lavarle la boca con jabón o le propinaron de plano un chingadazo, tras un retador “chíngome yo” dicho entre dientes; cuando uno crece y se libera del yugo materno, manda todo aquello a la chingada y no nos sorprende que, a pesar de que nadie nos enseñó a usar estor términos, no hay mexicano que no entienda el sentido de alguna palabra o frase, la use o no.
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